El Bachillerato es una etapa formativa no obligatoria que consta de dos cursos. Como objetivos, tiene adquirir una madurez intelectual y humana, unos conocimientos y habilidades adquiridos para ser capaz de desempeñar unas funciones sociales de forma competente y responsable, y finalmente estar capacitado para cursar estudios de Formación Profesional de Grado superior o estudios Universitarios.
Durante esta etapa formativa que consta de dos cursos, está segundo de bachillerato. Este es un curso intenso y cansado. Vas por los pasillos y oyes voces que dicen no poder más, murmuraciones que dicen no tener tiempo para nada más…Solo se ven caras largas que dicen estar estresado. Me pregunto qué es lo que pasa en segundo de bachillerato. No hay paz alguna, siempre hay alguien quejándose del excesivo trabajo, o simplemente llorando para desahogarse. Vuelvo a cuestionarme, dónde esta el problema, realmente ¿hay derecho a quejarse?, o quizá las alumnas estamos acostumbradas a exagerar. Llega un momento en que uno no sabe distinguir de quién es la culpa; si es suya o del profesor obsesionado con la selectividad, que con esta excusa no hay un minuto de paz.
Los lunes, el primer día de la semana, se intenta empezar la semana con buen pie, con una sonrisa y fingir por dentro que hoy no te vas agobiar. A las nueve y cuarto, muy puntual entra la profesora y con prisa manda abrir libros, explica con mucha ligereza el temario propuesto de ese día. Nadie entiende nada, pero ya se sabe que habrá que aplicar horas extras a esa asignatura o buscarse una academia y pagar clases particulares. Se reparten los exámenes de la semana pasada, y vas recordando las horas que aplicaste y todo el esfuerzo que empleaste para sacar buena nota, al instante dicen tu nombre, coges el examen y te encuentras con un suspenso.
Con este sucedido llegas a la conclusión de para qué estudias, te planteas buscar otra carrera que no te exija una nota demasiado alta para matricularte, te sientes amargada, triste e insegura. Acabas el día con la agenda a punto de explotar, que no puedes escribir nada más porque a tu agenda no le queda espacio y los exámenes se han apoderado de ella.
En definitiva tienes una vida que queda reducida al estudio, ya no hay preocupación por los demás, sólo por tus notas y funcionas constantemente comparando resultados y queriendo ser la número uno. No puede ser este clima horrible. Nada hay de positivo. Solo se consigue vivir agobiado, estresando a los demás y acabar siendo un egoísta metido en su ego.
Pero llegas a casa, te sientas, miras a tu alrededor y le cuentas el día a tu padre que ha estado trabajando sin parar para sacar adelante a la familia. Finalmente después de explayar todo tu estrés, te das cuenta que vas creciendo, que te queda mucho por delante, que la vida es todo un aprendizaje y que estas experiencias forman parte de tu vida para poder llegar a ser un buen profesional.
jajajaja!buenísimo!!
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